martes, 21 de junio de 2011

Empresas recuperadas, la hora del riesgo. Por Nicolás Mavrakis

14/06/2011 By plazademayo.com
Radiografía de por qué las cooperativas de trabajo están contra las cuerdas.
I
Forjado al calor del 2001, el cooperativismo como método para remedar tejidos económicos y sociales desgarrados continúa luchando contra un mar de precariedades jurídicas que, en mayor o en menor medida, aún las afecta. El crecimiento económico de los últimos años, sin embargo, también ha sido un factor de cambio importante, y ha obligado a muchas empresas recuperadas por sus trabajadores a enfrentar nuevos obstáculos. Aquella misma cultura laboral que hace 10 años parecía comenzar a cambiar bajo su propio peso, hoy ya no parece tan dispuesta a ceder sus privilegios. Las revitalizadas fuerzas del mercado libradas al juego –a veces leal y a veces no tanto– de la libre competencia, entre las que está peligrosamente envuelto el frigorífico recuperado Yaguané, o la grave embestida legal que hasta hace sólo pocos días mantuvo en vilo a los trabajadores de Cooperativa R.SU.T Transporte, amenazados por la posibilidad de perder sus propias casas a través de un insólito embargo, son apenas dos casos emblemáticos a los hoy que se enfrenta el viejo cooperativismo.

Por otro lado, lo que en 2001 se resolvía en casi todas las empresas recuperadas a la velocidad de lo urgente bajo prácticas asambleístas, hoy también ha comenzado a ser absorbido por formas de representación tradicionales. Este fin de semana, dirigentes cooperativistas formados en la experiencia de la fábrica de cerámicas Zanón, como Alejandro López y Carlos Godoy, lograron acceder a una banca como diputados en Neuquén. A través del resultado obtenido del Frente de Izquierda por los Trabajadores, se ha abierto así por primera vez un nuevo horizonte de expectativas para los dirigentes provenientes de fábricas y empresas autogestionadas. Hasta qué punto esta situación desatará contradicciones positivas o negativas para las asociaciones cooperativistas es también un nuevo interrogante.
 
II
Según un informe del Instituto de Investigaciones Gino Germani, en octubre del año pasado se registraban alrededor de 422 unidades productivas vinculadas al Programa de Trabajo Autogestionado, entre las cuales 280 eran empresas recuperadas y 142 empresas autogestionadas no recuperadas. Desde el año 2001, se constituyeron alrededor de 150 cooperativas, demostrando que la recuperación por parte de sus propios trabajadores de empresas quebradas o cerradas se consolida como una práctica cada vez más común frente a la posibilidad de quedar fuera del mercado laboral. Casi el 70% de estas empresas están constituidas por entre 11 y 50 trabajadores.



Aún así, al calor de los primeros proyectos de reforma de la Ley de Quiebras, en octubre de 2010 y contra todos los progresos hechos hasta el momento en el proceso de recuperación de la empresa, siete de los nueve fundadores originarios de Cooperativa R.SU.T. Transporte fueron declarados responsables de una deuda retroactiva por $ 340.000. Sus bienes fueron inhibidos y, ante la imposibilidad de cobrar la deuda, el juzgado intentó que sus propias casas fueran rematadas. “En el contexto de la peor crisis económica de la Argentina, estos trabajadores no sólo continuaron con la producción y explotación de los bienes, sino que convirtieron un emprendimiento abandonado en uno rentable, logrando ser la fuente certera de trabajo no solo de los 7 trabajadores originarios, sino de los 40 que ahora le dan de comer a sus familias a través de la producción lograda por esta cooperativa”, argumentaron ante la Justicia los trabajadores. Muchas veces marginadas judicialmente del circuito económico y de crédito oficial accesible para cualquier empresario, la posibilidad de perder sus propias casas se convirtió en la máxima demostración de la renuencia judicial y de la amenaza ideológica en la que se transforman para ciertas esferas de poder los empleados que intentan cumplir a la vez el rol de los empleadores.

III
Jorge Froján (65) coordina entregas a través de un celular y termina de definir el pago de otro trabajo por otra línea mientras revisa algunas fechas en la computadora. Él es el presidente de la Cooperativa R.SU.T Transporte, que hasta 2002 se llamaba Rabbione S.A. La empresa, dedicada a la distribución de distintas mercaderías, era parte de un largo legado familiar iniciado en 1932. “No invertían lo que había que invertir, se improvisaba todo el tiempo con los números, no se atendía a los clientes como es debido”, describe Froján el antiguo manejo gerencial de quienes en 2002 decidieron dar por terminada la existencia de una empresa que desde 2001 había sido abandonada por sus dueños, entre maniobras de venta no del todo claras y falta de pago a los empleados. En aquel momento, eran apenas 9 trabajadores. Hoy, después de un largo trabajo de autogestión y múltiples batallas legales, ya son 26 y dan trabajo de manera indirecta a otras 20. “Hoy acaba de volver otro ex compañero que se había ido en el 2003. Vino a preguntar si podía trabajar otra vez y por supuesto que le dijimos que sí”, cuenta Froján, que había entrado a trabajar en Rabbione S.A. cuando tenía 50 y que no se resignó a quedar fuera del mercado laboral cuando la empresa cerró. Ubicada en el barrio de Parque Patricios, Cooperativa R.SU.T Transporte comenzó a autogestionarse en 2003, con el único camión que había quedado después del cierre. “Antes de esta experiencia yo no conocía de qué se trataban las cooperativas. Creía que era algo como un criadero de vagos, esperando que les dieran dinero”, recuerda Froján. Después de ocupar el lugar, los trabajadores debieron tratar con tres jueces distintos de la Secretaría 1 del Juzgado Comercial 1. A pesar de un primer plazo de 4 meses para liquidar los bienes restantes en la empresa y que no se los reconociera como personas jurídicas, la cooperativa, gracias al patrocinio legal de abogados como Florencia Kravetz, continuó trabajando y enriqueciéndose a través del contacto con otras empresas recuperadas como el Hotel Bauen. “Recuperamos la confianza de clientes importantes en La Plata y también confiaron en nosotros otras empresas de primer nivel para las que hoy seguimos trabajando”, explica Froján. A pesar de que la antigua Rabbione S.A. arrastraba deudas cuyos principales acreedores eran los bancos Nación y Provincia, la cooperativa comenzó a trabajar en su propio proyecto de expropiación. En 2004, lograron que se aprobara para impedir el remate de la empresa. En 2007, sin embargo, la ley que declaraba que la utilidad pública de la ex Rabbione S.A. fue declarada inconstitucional. Contra un cerco legal, económico e ideológico, el insólito pedido de remate sobre sus casas ocurrió el año pasado. Extrañamente, la posibilidad de que la Ciudad se hiciera cargo de la deuda fue rechazada por el síndico que representa a la antigua Rabbione S.A. A través de las gestiones del Ministerio de Trabajo y la Federación de Cooperativas de Trabajo, en diciembre logró suspenderse la ejecución, medida que quedó firme hace sólo algunos días.

IV
Casos como el de la cooperativa Alimentaria San Pedro es otro ejemplo del complejo devenir con el que se enfrentan cotidianamente los trabajadores de fábricas recuperadas. Quebrada en 2000 y con una deuda de alrededor de $ 1.000.000, en 2003, tras dos años de cierre y abandono y desprotección de los medios productivos, los ex empleados de esta empresa de alimentos en San Pedro, provincia de Buenos Aires, lograron impedir su remate, aunque la cuestión de la posesión definitiva aún no ha sido resuelta. Hoy los cooperativistas son 16 y, gracias al incumplimiento de normas vigentes para paliar su situación, siguen impedidos de contar con un capital de trabajo propio. “En general, los empleados no quieren dejar de ser empleados. Su situación no se trata de una cuestión política ni ideológica, se trata de no dejarse vencer por la resignación y continuar trabajando. Hablamos de personas con cuarenta años de experiencia en sus áreas, de empleados que dominan un know-how y que sin embargo están obligados a sobrellevar toda esta angustia mientras continúan subsistiendo”, cuenta la abogada Florencia Kravetz.
 
V
“Es sabido que no cualquiera puede meterse en el mercado de la carne. Las grandes empresas operan como una mafia que impide que las empresas chicas ni siquiera puedan comprar hacienda en Liniers”, dice el dirigente de la Corriente Clasista Combativa (CCC) de La Matanza Juan Carlos Alderete. Su conocimiento del caso de la cooperativa Frigorífico Yaguané, en Virrey del Pino, provincia de Buenos Aires, con más de 400 socios, se remonta a 1994, cuando la empresa originaria gerenciada por Alberto Samid quebró. Desde entonces, la puja por el control de un emprendimiento que continuó funcionando hasta convertirse en un caso insignia del cooperativismo local ha sufrido decenas de idas y vueltas, que incluye cambios drásticos en la conducción de la cooperativa en los últimos años, a la sombra de sospechas de evasión impositiva.
 
El año pasado, la cooperativa, que en 1997 registraba un pasivo por 132 millones de pesos, incluso denunció un “complot” entre distintos organismos gubernamentales en su contra. En aquel momento, por un lado, la AFIP había anunciado una deuda por $ 2.000.000, lo cual, a entender de los cooperativistas, provocó que la ONCCA (Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario) le quitara el permiso para continuar faenando. Desde la CCC, la maniobra perjudicial contra la cooperativa le fue también adjudicada al Secretario de Comercio Guillermo Moreno, como parte de un plan para controlar el mercado de la carne. Desatado el escándalo, la ONCCA, por su lado, ratificó sin embargo que la matrícula y el permiso para faenar del ex frigorífico Yaguané seguían vigentes. Hoy normalizada, la situación de la cooperativa desnuda también una tensión con la que otras empresas recuperadas, al calor del crecimiento económico, han comenzado a tratar: la libre competencia bajo una lógica de mercado tradicional en expansión.

“Hay mataderos pirañas que quieren quedarse con las empresas más pequeñas como Yaguané. Y el Estado, mientras tanto, no colabora para impedirlo”, cuenta Alderete, advirtiendo también que hay una trampa recurrente en “el funcionamiento mixto de una empresa, que lo que termina haciendo que a la cooperativa siempre le queden las deudas y no las ganancias”. Imposibilitada de esa manera de invertir en sí mismos y en su trabajo, la gran barrera para quienes luchan por construir su propio sustento continúa siendo material. “Hoy por hoy, funciona una sola de las tres norias que hay en el Yaguané”, explica.

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